Nacimos en la cabeza de un químico un poco loco que estaba harto de los productos industriales y tenía el sueño de hacer jabones y velas cargados de aceites esenciales de los buenos y de un montón de plantas. A punto de tenerlo todo listo, no pudo acabar el proyecto, y la vida lo puso en manos de su hija. A medias entre el homenaje y la supervivencia, y a través de un blog, y gracias sobretodo a un producto tan espectacularmente bueno, pronto llegaron los clientes incondicionales, los prescriptores, los bloggers y la red se llenó de comentarios y experiencias.

Las formulas pasaron por una vuelta más, las originales se modificaron para que mantuviesen el corazón en el mundo eco usando materias primas de origen bio. Se decidió que estos productos se hacen y se empaquetan a mano poniendo el corazón en ellos. No llevan manteca de palma pues algún día esperamos visitar el Amazonas y ver el pulmón de la Tierra. Y nuestros papeles para envoltorios son reciclados y las tintas son eco, y por si todo esto fuese poco, no han perdido ni un poquito de coquetería y mimo en cada ingrediente haciendo en conjunto un cosmético de una calidad increíble.

Después rodeamos nuestros productos de la selección de cosmética más maravillosa que podíamos imaginar, y eso que somos unos inconformistas y sometemos cada tarro al tercer grado. Y después llegó el resto y nos convertimos no en una tienda, sino en un modo de vida.

Más que un proyecto, esta empresa es un sueño, una lección de superación y un acto rebelde contra las normas establecidas. Y más que un producto tenemos una quimera, una utopía que, para ser sinceros del todo, no ha parado de darnos alegrías ni un solo día.